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sábado, 4 de septiembre de 2010

TOM WAITS, SOLO POESIA URBANA





Blue Valentines
She sends me blue valentines
All the way from Philadelphia
To mark the anniversary
Of someone that I used to be
And it feels like there's a warrant out for my arrest
Baby you got me checkin' in my rearview mirror
That's why I'm always on the run
That's why I change my name
I didn't think you'd ever find me here

To send me blue valentines
Like half forgotten dreams
Like a pebble in my shoe
As I walk these streets
And the ghost of your memory
Baby is the thistle in the kiss
It's the burgler that that can break a roses neck
It's the tattooed broken promise
I gotta hide beneath my sleeve
I'm gonna see you every time I turn my back

She sends me blue valentines
Though I try to remain at large
They're insisting that our love
Must have a eulogy
Why do I save all of this madness
Here in the nightstand drawer
There to haunt upon my shoulders
Baby I know
I'd be luckier to walk around everywhere I go
With this blind and broken heart
That sleeps beneath my lapel

Still these blue valentines
To remind me of my cardinal sin
I can never wash the guilt
Or get these bloodstains off my hands
And it takes a whole lot of whiskey
To make these nightmares go away
And I cut my bleedin' heart out every night
And I'm gonna die just a little more on each St. Valentine's day
Don't you remember I promised I would write you
These blue valentines
Blue valentines
Blue valentines


TARJETAS DEL DIA DE LOS ENAMORADOS
Ahora ella me manda tarjetas del Día de los Enamorados
desde allá, en Philadelphia
para marcar el aniversario
de alguien que era yo antes
Y se siente como si alguien hubiera emitido una orden para arrestarme
Mujer, haces que viva mirando el espejo retrovisor
por eso estoy siempre en fuga
por eso es que cambié de nombre
nunca pensé que ibas a poder encontrarme aquí

y mandarme tarjetas del Día de los Enamorados
como sueños a medio olvidar
como una piedra en mi zapato
mientras camino por estas calles
y el fantasma de tu recuerdo,
mujer, es un abrojo en el beso,
es el ladrón que puede romper el cuello de una rosa,
es una promesa rota tatuada
que tengo que esconder debajo de la manga.
Voy a verte cada vez que me dé vuelta.

Me envía tarjetas del Día de los Enamorados
pese a que trato de seguir huyendo
siguen insistiendo en que nuestro amor
merece un panegírico.
¿Para qué rescato toda esta locura
acá en el cajón de la mesita de luz,
ahí para que se me aparezca sobre mis hombros?
Mujer, yo sé
que tendría más suerte si caminara
con este corazón roto y ciego
que duerme debajo de mi solapa.

Siguen estando estas tarjetas del Día de los Enamorados
para recordarme de mi pecado cardinal
nunca podré lavar la culpa
o limpiarme estas manchas de sangre que tengo en las manos
y tengo que tomar litros de whisky
para no tener estas pesadillas
y todas las noches me corto este corazón que no para de sangrar
y voy a morir un poco más cada Día de los Enamorados
¿No te acuerdas que te prometí que iba a escribirte
estas tarjetas del Día de los Enamorados?
Tarjetas del Día de los Enamorados
Tarjetas del Día de los Enamorados




CARTA DE UNA PUTA DE MINNEAPOLIS

Letra Christmas Card From A Hooker In Minneapo de Tom Waits original
hey charlie i'm pregnant
and living on the 9th street
right above a dirty bookstore
off euclid avenue
and i stopped takin dope
and i quit drinkin whiskey
and my old man plays the trombone
and works out at the track

and he says that he loves me
even though its not his baby
and he says that he'll raise him up
like he would his own son
and he gave me a ring
that was worn by his mother
and he takes me out dancin
every saturday night.

and hey charlie i think about you
everytime i pass a fillin station
om account of all the grease
you used to wear in your hair
and i still have that record
of little anthony & the imperials
but someone stole my record player
now how do you like that?

hey charlie i almost went crazy
after mario got busted
so i went back to omaha to
live with my folks
but everyone i used to know
was either dead or in prison
so i came back to minneapolis
this time i think i'm gonna stay.

hey charlie i think i'm happy
for the first time since my accident
and i wish i had all the money
that we used to spend on dope
i'd buy me a used car lot
and i wouldn't sell any of em
i'd just drive a different car
every day, dependin on how
i feel

hey charlie for chrissakes
do you want to know the
truth of it?
i don't have a husband
he don't play the trombone
and i need to borrow money
to pay this lawyer
and charlie, hey
i'll be eligible for parole
come valentines day



Tarjeta navideña de una prostituta en Minneapolis

Eh, Charlie, estoy embarazada,
y vivo en la calle 9,
justo arriba de una sucia librería
en la esquina con la avenida Euclid,
y dejé de drogarme,
y dejé de tomar whisky,
y el viejo toca el trombón,
y trabaja en la autopista.

Y dice que me quiere,
e incluso, pese a que no es su hijo,
dice que lo va a criar
como si fuera suyo.
Y me dio un anillo
que llevaba su madre,
y me lleva a bailar
todos los sábados por la noche.

Y eh, Charlie, pienso en vos
cada vez que paso por una estación de servicio,
por toda esa grasa
que solías tener en el pelo.
Y todavía tengo ese disco
de Little Anthony y the Imperials,
pero alguien me robó mi tocadiscos,
¿qué te parece eso?

Eh, Charly, casi me vuelvo loca
cuando a Mario lo agarraron,
así que me volví a Omaha
a vivir con mi gente,
pero todos los que conocía,
estaban o muertos o en la cárcel,
así que volví a Minneapolis
esta vez creo que me quedo.

Eh, Charlie, creo que soy feliz,
por primera vez desde mi accidente,
y ojala tuviera toda el dinero
que solíamos gastar en droga.
Me compraría un negocio de autos usados,
y no vendería ninguno de ellos.
Me encantaría nada más manejar un auto diferente
cada día, dependiendo
de cómo me sienta.

Eh, Charlie, por Dios,
¿quierés saber la
verdad de esto?
No tengo esposo,
no toca el trombón,
y necesito pedir plata prestada
para pagar este abogado.
Y Charlie, eh,
me van a dar libertad bajo palabra,
ven el día de San Valentín.

jueves, 2 de septiembre de 2010

PARA NO OLVIDAR!!!


Por estos dias la derecha afila las garras. Los que vivimos los setenta no quisiéramos más violencia. Nos queda la mística, los sueños de un país libre, el romanticismo de pensar en una patria liberada de colmillos vampirescos, propios y ajenos.. Aún creemos que se puede en paz, con justicia, con el gobierno plantándose ante los Magnetto, la ezquizoide Lilita, los asesinos que encubrieron y entregaron a los hijos de madres detenidas y fusiladas sin piedad apenas paridas. Queremos millones de firmas para obligar al Congreso a tratar la Ley de Entidades Financieras, proyecto de Carlos Heller. Queremos un gobierno que se ocupe del sector ambiental y que no permita que se venda un centímetro más de tierra a ningún gringo.
No quisiéramos, al menos yo, no quiero años de sangre y fuego. Pero si quiero desprenderme de tanta lacra oligarca, enfermitos de poder, enfermitos de soja, enfermitos de liberar impuestos para sus arcas, enfermitos de tantos males que huelen igual que el volcán semi apagado Stromboli en Sicilia: a azufre. Porque asi están, todos creemos que están inactivos y un día te vomitan lava y te hacen mierda los sueños. Y por favor, basta de pelotudeces y divisiones "..los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera, porque si entre ellos se pelean, los devoran los de afura..." (Te banco Fierrito) Marta Morales
PD: eso si, que no entren traidores, coimeros, arribistas, mal paridos, explotadores, destructores de proyectos para la libertad de expresión y sobre todo para la expresión de los marginales, en fin, yo no quiero hijos de puta cerca.


Buscando recordar el 22 de agosto de 1972 encontré estas líneas en un viejo periódico de Bolívar. Qué loco, no? Bolívar, los pagos de Tinelli... sin palabras.
La nota está buena y vale la pena leerla.

El día que la "patria" parió el Terrorismo de Estado"

Alejandro Ulla, Ana María Villarreal de Santucho, Carlos Alberto del Rey, Clarisa Lea Place, Eduardo Capello, Humberto Suárez, Humberto Toschi, José Ricardo Mena, Mario Emilio Delfino, Miguel Ángel Polti, Pedro Bonet, María Angélica Sabelli, Mariano Pujadas, Susana Lesgart, Carlos Astudillo y Alfredo Khon no son nombres cualquiera. No son un grupo más de personas. Son las primeras víctimas del terrorismo de Estado, las víctimas inaugurales de una modalidad que luego se replicaría hasta el hartazgo, cada vez más cruenta, cada vez más siniestra.
Los dieciséis eran integrantes de las distintas organizaciones civiles armadas -de izquierda y peronistas- que operaban en territorio argentino en 1972: el ERP, Ejército Revolucionario del Pueblo; las FAR, Fuerzas Armadas Revolucionarias, y Montoneros. Junto a otros tres compañeros más fueron los infaustos protagonistas de la conocida 'Masacre de Trelew', perpetrada el 22 de agosto de aquel año en la base aeronaval Almirante Zar, una dependencia de la Armada Argentina próxima a la ciudad de Trelew, provincia del Chubut.
Alberto Miguel Camps, María Antonia Berger y Ricardo René Haidar fueron los únicos sobrevivientes de los fusilamientos de aquella madrugada. Su militancia en las FAR (los dos primeros) y Montoneros (el último) signaría su destino años después: Camps desapareció en 1977, Berger en 1979 y Haidar en 1982.
La tarde del 15 de agosto se había iniciado un masivo intento de fuga de la cárcel de Rawson, ciudad capital de Chubut. 110 reclusos, miembros de las organizaciones armadas (ERP, FAR y Montoneros), pensaban escaparse y refugiarse en Chile. Pero sólo seis de ellos lograron el propósito.
Mario Roberto Santucho, líder del Partido Revolucionario de los Trabajadores, uno de los planificadores y jefes del 'operativo'; Marcos Osatinsky, de las FAR, el otro ideólogo; Fernando Vaca Narvaja, Roberto Quieto, Enrique Gorriarán Merlo y Domingo Menna, integrantes del denominado 'comité de fuga', fueron los únicos que pudieron huir. Fueron trasladados hacia el aeropuerto de Trelew en un automóvil Ford Falcon que los esperaba, donde abordaron una aeronave comercial BAC 1-11 de la empresa Austral, previamente secuestrada por un comando guerrillero de apoyo, cuyos integrantes viajaban como pasajeros.
Los demás vehículos de transporte que debían esperar al resto de los fugados no se hicieron presentes en la puerta de la cárcel debido a una confusa interpretación de las señales preestablecidas. Un segundo grupo de diecinueve evadidos (los nombrados anteriormente) logró igualmente arribar por sus propios medios en tres taxis al aeropuerto, pero llegaron tarde, cuando ya la aeronave despegaba rumbo al país trasandino, gobernado entonces por el socialista Salvador Allende.
Frustrado el plan, estos diecinueve guerrilleros -tras ofrecer una conferencia de prensa donde hicieron pública la situación- depusieron sus armas sin oponer resistencia ante los efectivos militares de la Armada que mantenían rodeada la zona. Al hacerlo solicitaron y recibieron -la promesa de- públicas garantías para sus vidas, lo hicieron en presencia de periodistas y autoridades judiciales.
Una patrulla militar bajo las órdenes del capitán de corbeta Luis Emilio Sosa, segundo jefe de la base aeronaval Almirante Zar, condujo a los prisioneros recapturados dentro de una unidad de transporte colectivo hacia dicha dependencia militar. El pedido había sido que los trasladaran de regreso a la cárcel de Rawson, pero el capitán Sosa adujo que el nuevo sitio de reclusión era transitorio ya que dentro del penal continuaba el motín y no estaban dadas las condiciones de seguridad.
El contingente de diecinueve prisioneros fue acompañado, como garantes, por el juez Alejandro Godoy, el director del diario Jornada, el subdirector del diario El Chubut, el director de LU17 y el abogado Mario Abel Amaya, los cuáles no pudieron ingresar con ellos, arribados al lugar de detención.
Desde el 16 hasta la madrugada del 22 de agosto, los prisioneros fueron sometidos a diferentes malos tratos con el objetivo de hacerlos confesar (cuerpo a tierra, sostener el cuerpo con los dedos apoyados sobre la pared, órdenes militares de echarse a tierra y levantarse, todo esto sin ropas, entre otros). Pasadas las tres de la mañana de ese último día, los despertaron sorpresivamente y los sacaron de sus celdas. Los formaron y obligaron a mirar el piso, práctica ésta que nunca habían implementado en los días anteriores. Mientras así estaban, fueron ametrallados por una patrulla a cargo del capitán de corbeta Luis Emilio Sosa y del teniente Roberto Bravo. La mayoría, de acuerdo a testimonios de los tres sobrevivientes, murieron en el acto; otros fueron rematados en el piso.
Esa misma noche, en un clima de absoluta hermeticidad y gran tensión, se habían reunido en la Casa de Gobierno los miembros de la Junta de Comandantes en Jefe de las tres fuerzas armadas, colaboradores y ministros. Y no se había brindado ninguna información al respecto a los periodistas que aguardaban noticias. Esto hizo suponer después que los fusilamientos habían devenido tras una orden del gobierno militar de la autoproclamada Revolución Argentina, y no que las muertes de los guerrilleros habían sido consecuencia de un enfrentamiento luego de un nuevo intento de fuga, tal la versión oficial que se dio de los hechos.
En líneas generales, la explicación del gobierno mencionaba que al realizar el jefe de turno (capitán Luis Sosa) una recorrida de control en el alojamiento de los presos, mientras éstos se encontraban en un pasillo, fue atacado por la espalda por Mariano Pujadas, quien habría logrado sustraerle su pistola ametralladora. Escudándose en el oficial los presos intentaron evadirse, pero el marino logró liberarse y fue atacado a tiros, resultando herido. En tal circunstancia -y siempre según los dichos oficiales- la guardia contestó el fuego contra los reclusos y se inició el tiroteo con los resultados conocidos: de los diecinueve reclusos, dieciséis fallecieron y tres resultaron heridos de gravedad.
Oh casualidad, la misma noche del 22 el gobierno sancionó la ley 19.797 que prohibía toda difusión de informaciones sobre organizaciones guerrilleras. Ya habían evadido las respuestas a los requerimientos periodísticos cuando de los interrogó luego de conocido el episodio. Por supuesto que esta versión 'no fue comprada' por toda la sociedad argentina y en los días sucesivos hubo manifestaciones en las principales ciudades del país. También se colocaron numerosas bombas en dependencias oficiales como protesta por la matanza.

DE TAL PALO...





En la Sala José Luis Cabezas del ex-rectorado de la UNSa. (Bs. Aires 177) Marcela Santucho hija del revolucionario Mario Roberto Santucho presentó su libro sobre la vida de su padre, previa presentación de la autora a cargo de Teresa Herrán y Blanca Lescano.

Mario Roberto Santucho: mi padre, el revolucionario místico , es el título del libro de Marcela Santucho, una de las hijas del revolucionario argentino que comandó las fuerzas del PRT-ERP durante los años 60 y 70 en Argentina. A partir de cartas familiares desconocidas, fotos inéditas, escritos salteados y facsímiles de la revista Estrella Roja, Marcela propone reelaborar desde un costado más personal el vínculo de sus padres /su madre, Ana María Villarreal, fue una de las víctimas de los fusilamientos en Trelew en 1972) con el sueño de toda su vida: la revolución.

Lo que me impulsó a publicar el libro fue una idea bastante vieja, de varios años. Yo siempre pensé que mi papá no estaba reconocido, o que no se lo conocía realmente y quería escribir este libro desde hace bastante, sobre todo, por la verdad. Ahora lo hice porque recién pude encararlo desde lo económico y también desde lo intelectual, porque antes estaba con unos estudios superiores y el desafío era armar un libro más o menos ordenado, con biografía, con fuentes, una serie de informaciones posibles.por suerte mi hermana las tenía en un lugar y, en realidad, yo casi no las conocía bien. Así que di con ellas y elegí, porque había muchas más y después le sumé las reproducciones del periódico Estrella Roja del ERP, que para mí es algo muy importante porque aparecen en el libro con el formato original porque quería respetar todo el trabajo de los compañeros en la década de los 70. También fui dando con las revistas casi de casualidad, porque son documentos con muchos años que no dejan copiar en las bibliotecas que había visto en otros países y también las estuve buscando, pero las encontré acá. Allí cuentan todas las acciones, desde el reparto de alimentos en villas miserias hasta el copamiento de un cuartel para recuperar armas para la lucha. Para mí, la palabra que vale es la de esos compañeros que hoy no están y que escribieron todas esas cosas que quedan para la historia y que yo pude recuperar.

FUE UN 22 DE AGOSTO ...




A 38 años de la masacre de Trelew
Hilos de la memoria

Por Oscar R. González *

En la foto tomada en el aeropuerto de Trelew el 15 de agosto de 1972, una semana antes de la masacre, se lo ve con su campera clara y aspecto aniñado, ensimismado y calmo. Es Eduardo Capello, con quien me topé en una precoz militancia en la Juventud Socialista hacia mediados de los ’60. Ambos teníamos 18 años, quizás 19, e intentábamos organizar un núcleo juvenil en Parque Patricios.
Aunque ni uno ni otro vivía por allí –él era de Congreso y yo de Monte Castro–, nos facilitaba la tarea el cobijo que nos daba uno de los locales más antiguos del socialismo porteño, en la calle Almafuerte, en cuyo interior campeaban, amarillentas, las efigies de Juan B. Justo y Carlos Marx.
La edificación, húmeda y fría, distaba apenas metros de la estatua de uno de los próceres de la emancipación, Bernardo de Monteagudo, bronce al pie del cual, los sábados por la mañana, revoleábamos unos volantes mimeografiados convocando a constituir un providencial frente de los trabajadores que evitara lo que llegó poco después, la dictadura ultramontana de Juan Carlos Onganía.
La vida nos alejó al poco tiempo, ya que ambos fuimos expelidos drásticamente de la vieja casona socialista por un delito que los patriarcas del lugar no perdonaron: cambiar el nombre de la agrupación juvenil, que bautizamos, ocurrentes, Martín Güemes, en sustitución de una denominación que a nosotros, ignorantes de la historia reciente, nada nos decía: Roberto Mario Port. Sólo que aquel nombre –nos enteramos por los gritos destemplados de una vieja afiliada– era nada menos que el de un joven socialista asesinado durante un acto partidario, en pleno peronismo.
Abatidos por el sopapo disciplinario, abandonamos nuestra militancia en esos pagos, cada cual buscó su camino y desde entonces nos perdimos de vista hasta que el azar nos reunió –sería 1969– a bordo de un trolebús, el 314, que terminaba su recorrido en los cuarteles de Palermo, donde entonces se determinaba la aptitud psicofísica de los sorteados para hacer el servicio militar.
Preocupado porque el patriótico compromiso amenazaba con expropiar un año de mi preciosa vida, le narré a mi interlocutor, con entusiasmo, el cúmulo de dolencias y malestares diversos que pensaba alegar ante los médicos para obtener un no apto salvador: pie plano, miopía, extraños dolores, alergias a casi todo.
Contra mis previsiones, Eduardo no manifestó entusiasmo alguno con mi elaborada argumentación y, lejos de eso, me miró un poco azorado. Luego, en tono de reproche, me dijo: “Como viene la cosa en la Argentina... ¿te vas a perder la oportunidad de aprender a tirar?”.
Me sentí un poco avergonzado y esa sensación asoma cada vez que vuelve a mi memoria la imagen de ese muchacho entusiasta y puro al que encontré en un viejo y destartalado local de Parque Patricios, pocos años antes de convertirse en uno de los mártires de Trelew.(Página 12)

* Secretario de Relaciones Parlamentarias de la Jefatura de Gabinete.

Publicado por el diario Página 12 el 27 de agosto de 2010